“En Orihuela, su pueblo y el mío se me ha muerto como de rayo Manuel Sijé a quién tanto quería” este es el inicio de uno de los poemas favoritos de Jaime que habla del dolor de Miguel Hernández ante la pérdida de su gran amigo y que hoy para nosotros cobra especial significado.
Jaime Díaz Hernández, Jaimito, Jaivo, o simplemente “el Díaz” nació el 17 de Abril de 1960. Se decía originario de Pachuca Hidalgo en honor a su familia materna, pero todos sabemos que era “defeño” de nacimiento, español por adopción y poblano por amor y convicción.
A través de las pláticas con sus padres, de Don Melchor y Doña Oliva (su “Jechu” querida), podemos imaginarnos su niñez, siempre amiguero, siempre bromista, siempre generoso, siempre apegado al trabajo y siempre con ganas de saber más. Para sus 10 hermanos y sobrinos, Jaime fue el motor de la familia, su apoyo en cualquier situación, y el provocador de la alegría y el conocimiento. Jaime a su vez se nutría de su compañía y los vivía en todo momento.
Orgulloso de sus raíces, Jaime buscó acercarse y conocer a sus familiares más lejanos, para atraerlos nuevamente a su gran círculo familiar. Por eso sus tíos y primos lo recuerdan con respeto, cariño y admiración. Nunca dejaba de presumirnos a los Rogacianos, de contarnos como se iniciaron y lo queridos que eran en su tierra.
Aunque nos cueste trabajo creerlo, Jaime fue monaguillo en la Iglesia de Fátima. También fue bolero, vendedor de periódicos, de gelatinas y de chicles, además de ayudante en un local de leña y el niño de los mandados en su colonia. Gracias a esta parte de su niñez, Jaime se formó responsable en el trabajo e identificado con las causas sociales más justas (y a veces perdidas, dijera Manuel). Convivió en varios mundos, aprendiendo a entablar relaciones y a hacer amigos, lo mismo con el señor de los periódicos y la señora de las tortas que con un premio Nobel de la talla del Dr. Mario Molina. No importando sus grados académicos o su nivel socioeconómico tenía el don de generar una gran empatía entre la gente.
A principios de los 70, por motivos de trabajo, su padre tuvo que dejar la capital del país y fue así como la familia Díaz Hernández llegó a Puebla a incrementar el índice demográfico, dice su padre. Jaime termina la primaria en la escuela Narciso Mendoza e ingresa a la secundaria cadete Vicente Suárez de donde lo expulsaron por meterse sin permiso a la cooperativa. Este acto infantil permitió su cambio a la secundaria Lic. Bernarda Portillo Leal y el encuentro con gran amigo Jaime Cid, dando inicio al famoso dúo de los Jaimes.
En el 76 ingresa a la BUAP, primero a la preparatoria Benito Juárez y en el 78 a la Facultad de Ciencias Físico- Matemáticas. Versátil como siempre, Jaime además de buen estudiante, era uno de los principales organizadores de actividades extracurriculares tales como el grupo de Astronomía, el cine Club y más tarde contribuyó activamente a lanzar la primera emisión de Radio BUAP. No dejaba de asistir a un solo seminario del Ing. Luis Rivera Terrazas y, como lo hizo hasta el final, no perdía la oportunidad de invitar a la BUAP, como conferencistas, a cuanta persona importante e interesante conocía para disfrute de todos nosotros. Participó también en varias actividades políticas y su círculo de amigos se extendió por toda la Universidad. Era muy difícil caminar con él en Ciudad Universitaria sin que cada 50 metros se encontrara alguien con quien platicar. Tenía mucha suerte con las mujeres y donde quiera que iba, se le abrían corazones para amar.
En el 85 dio vida a su primera hija, Anita, a quien heredó su pasión por el futbol y por el Puebla, su gusto por los viajes, su carisma, su increíble facilidad para darse a querer y la importancia de saber que “no hay camino, se tiene que hacer camino al andar”
En el 91 se fue por primera vez a España, a su querido país Vasco donde culmino sus estudios de maestría y doctorado e hizo crecer el círculo de amigos. De ahí le nació el gusto por los vinos, la tortilla de patata, los pulpos a la gallega y el jamón serrano. De ahí se trajo ese acentito español que de repente se le salía y que tanto le imitaba Joaquín.
Jaime hasta el último de sus días le tuvo mucho respeto al trabajo. A cualquier actividad que emprendía le ponía el mismo empeño como si fuera la más importante de su vida. Fue auxiliar de docencia, docente, investigador funcionario de la BUAP y del Gobierno del Estado. En todos estos puestos demostró su capacidad emprendedora para lanzar nuevos proyectos en beneficio de los niños, los jóvenes y los investigadores de la BUAP y del Estado. Para sus colaboradores era muy estresante y a la vez muy satisfactorio trabajar con él, pues exigía perfección hasta en el más mínimo detalle, sin embargo siempre compartía con ellos la satisfacción de los triunfos alcanzados.
Jaime tuvo la dicha de ser padre por segunda vez. En el 2007 nació Renata para alegrarle sus momentos de descanso y darle ánimos para seguir adelante cuando las cosas no iban como él hubiera querido.
El 22 de diciembre de 2009, apenas iniciado el día, Jaime Díaz decidió que era hora de descansar. Deja a sus padres, hijas, hermanos, a su gran familia y a nosotros sus cientos de amigos con un enorme hueco en el corazón pero agradecidos con la vida porque habiendo tanto mundo, tanto tiempo y tanto espacio pudimos coincidir con él.
Fabiola López y López
(“Algo he de andar buscando en tí, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca” Jaime Sabines)
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