viernes, 8 de enero de 2010

Ni PRI ni PAN

Alianza democrática de las izquierdas
JAIME ORNELAS DELGADO

Por más que se busquen no se encuentran, porque no existen, razones históricas, sociales, políticas o éticas que puedan justificar la alianza electoral entre el PRD y Acción Nacional. En todo caso, el enemigo no es solamente el PRI sino la derecha en su conjunto, es decir, el PRI y el PAN representantes hoy de la reacción, a la cual ha combatido y vencido, más de una vez, el pueblo de México.
¿Cuál sería el significado de esa alianza contra natura? ¿Cómo podrán los perredistas pedirle a los ciudadanos votar por un partido como el PAN que, con todo cinismo, en alianza estrecha con los monopolios televisivos y el sector empresarial, se robó la presidencia de la República? ¿Podrán decirle a los ciudadanos: voten por el partido que emprendió la guerra sucia más inmunda contra el propio candidato del PRD? ¿Cómo ir a la Sierra Norte y decirles a los trabajadores de Nuevo Necaxa, anden olviden todo y voten por el partido cuyo gobierno asaltó las instalaciones de LFC, lanzó al desempleo, en un solo día, a 44 mil trabajadores y pretende acabar con el SME? O decirles a los desempleados: voten por el partido cuyo candidato ha sido incapaz de crear los empleos que prometió y ha hecho que hoy existan más de tres millones de trabajadores sin empleo y 54 millones de mexicanos vivan en condiciones de pobreza y pobreza extrema; que, además, ha sacado de los cuarteles a las fuerzas armadas y ha hecho de México uno de los países más violentos e inseguros del mundo y el primero en criminalización, persecución y ejecución de luchadores sociales, defensores de derechos humanos y periodistas; un partido que desde el gobierno ha protegido y mantiene impunes a los responsables del incendio en la guardería de Hermosillo donde murieron 49 niños; el partido de un gobierno cuya política económica ha provocado el desplome del 7 por ciento en el crecimiento económico y que aprobó, junto con el PRI, una ley de ingresos que elevó de 28 a 30 por ciento del impuesto sobre la renta y de 15 a 16 por ciento el IVA, incrementó las tarifas eléctricas y el precio de las gasolinas, que ha sido incompetente para evitar el aumento del costo de la canasta básica; o que permite a los concesionarios de autopistas cobrar tarifas tan elevadas que viajar por carretera en México resulta hasta tres veces más caro, en comparación con países desarrollados como Estados Unidos, Francia, España o Australia y permite a los concesionarios obtener ganancias superiores a los 15 mil millones de pesos. ¿Cómo ir a decirles a los maestros que voten por un partido que mantiene una perversa alianza con Elba Esther Gordillo para imponer la Alianza par la Calidad Educativa, que no sólo atenta contra los derechos profesionales de los profesores sino que, también, va contra las normas más elementales de la pedagogía? ¿Se podrá decirles a los mineros perseguidos que han visto acosado a su sindicato: voten por el partido que los quiere liquidar? ¿Y a los universitarios, quién habrá de pedirles un voto para el PAN cuyo gobierno ha reducido continuamente el subsidio a las universidades públicas, alienta la privatización de la educación superior y regatea los recursos para el desarrollo científico y tecnológico del país? ¿Perderán la vergüenza los perredistas para hacer campaña electoral a favor de un partido empeñado en acabar con el Estado laico y que aprobó, en complicidad con el PRI, la ley de familia que criminaliza el aborto y nos coloca en el pleno siglo XIX? ¿Podrá algún miembro del PRD solicitar un voto para el partido que ha privatizado buena parte de la industria petrolera y ahora va por la entrega al capital privado de la generación y distribución de la energía eléctrica?
Cuántos agravios habrán de olvidarse para concretar esa alianza absurda entre el PAN y un PRD incapaz de aprovechar el salvavidas que con su caudal de votos les ofreció Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México a quien hoy se pretende traicionar proponiendo una alianza con la reacción argumentando la necesidad, cierta, de terminar con el cacicazgo del PRI, encabezado “por una minoría rapaz de políticos y empresarios voraces que lucran con los recursos públicos”, soslayando que los panistas, como lo han demostrado (¿o no Hildebrando y Martha Sahagún?) son iguales o peores.
¿Por qué los perredistas no dirigen mejor sus esfuerzos a la construcción de una alianza de las izquierdas, que no sólo atienda las cuestiones sociales sino que se vincule y fortalezca al movimiento social? Si los perredistas carecen de memoria y han olvidado el error histórico del “voto útil” que contribuyó a hacer de Vicente Fox uno de los peores presidente de México y encumbró a la derecha yunquista en el aparato gubernamental y persisten en aliarse no sólo con su propio enemigo histórico sino con el enemigo de las principales gestas del pueblo mexicano (como la Independencia, la lucha contra la invasión francesa, la Reforma, la Revolución, la insurgencia cívica de 1988 y de 2006), otras fuerzas democráticas y de izquierda, sin prejuicios ni sectarismos, deberán impulsar una alianza que proponga una opción de poder popular para Puebla y se incorpore a la construcción del Proyecto Alternativo de Nación en cuyo esfuerzo participan miles de mexicanos con miras al futuro superando, así, la mezquindad del oportunismo corto placista

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