sábado, 28 de agosto de 2010

Sergio Pitol Demenéghi en tierras poblanas



de Mario Martell,
el El Sábado, 28 de agosto de 2010 a las 0:08
No llegó con su Baedecker en mano. Salió del Cabildo con su cédula Real. Luego del homenaje express en un Cabildo casi sin regidores, el novelista de raíces italianas, Sergio Pitol Deméneghi, intenta fumar un cigarro.

Parece una procesión de la virgen de la Covadonga. Alfredo Godínez, devoto visible del culto local a Pitol, carga la estorbosa cédula; lo acompaña el exdirector de la Facultad de Electrónica de la UAP, Jaime Cid Monjaraz, actual regidor del ayuntamiento de Puebla.

Un séquito de escritores escolta al autor del Arte de la Fuga: el editor de la colección de la Universidad Veracruzana “Sergio Pitol, traductor” Rodolfo Mendoza quien inició su periplo literario con la ya extinta revista Anónimos Suburbios; el novelista chipileño y escritor en veneto, Eduardo Montager, y el escritor Javier Aranda Luna, autor de la Biblioteca Personal.

Pitol se detiene afuera del salón de protocolos e intenta encender un cigarro sin mucha suerte.

El fotógrafo Andrés Lobato le acerca un encendedor. Y él hace casita. La breve ruta entre Protocolos y el Edificio Carolino se transita entre flashazos. Desde el Italian Coffee de Doña Mago la gente voltea con curiosidad.


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Se ve lívido. Con los años su color de piel se hace casi transparente. Se le nota inquieto.

Ningún funcionario de la administración municipal lo recibe. El regidor Jaime Cid Monjaraz se acerca a saludarlo y conversa con él.

Pitol mira su reloj.

Diez y seis minutos después de la espera de la presidenta, un trajeado asistente, reprende al escritor Rodolfo Mendoza, acompañante de Pitol:

-Ya viene, la presidenta.

Pero pasan otros diez minutos y la alcaldesa no llega.

Al fin aparece entre flashazos, sonriente, más que como alcaldesa como la prima donna del cabildo.

Pero al Premio Cervantes de Literatura, el Cabildo de la ciudad le hizo el feo; los únicos que llegaron: Jovita Trejo Juárez (presidenta de actividades deportivas y sociales), Gerardo Mejía, René Sánchez Juárez y Jaime Cid Monjaraz.

Alfredo Godínez lee un abultado curriculum del novelista veracruzano.

De manera express, la alcaldesa le entrega la cédula real. Y lo más importante -luego de leer un discurso deslavado, hueco, reusable para cualquier otro homenaje al vapor- posa para la fotografía y lo acompaña a la salida del palacio.

Pocas veces un Premio Cervantes de Literatura viene a la ciudad, se trata del único premio Cervantes poblano: y la ignorancia siempre se traduce en desaire, con mucha buena voluntad.

***

El prosaísmo de los políticos parece un capítulo esperpéntico de la obra de Pitol.

El secretario de desarrollo social, Victor Manuel Giorgana Jiménez, y el regidor Gerardo Mejía platican animosamente.

César Pérez López escucha las palabras de la presidenta.

Con dificultad las palabras brotan del escritor que sufre un problema del habla: “A finales de 1988, regresé definitivamente a México, durante mi estancia de 18 años en Europa, escribí y publiqué varios libros, algunos se tradujeron a otras lenguas y recibí premios. En ocasión fui traductor y profesor, fui editor labor a la que ahora me dedicó con pasión.

“Volvía al país de emplear mi tiempo y mis energías, sobre la escritura. En ningún momento, me sentí alejado de México, ni de mi lengua, es así que sentí una necesidad casi fisica de convivir con nuestro idiona, de escuchar a toda hora el español.”

“Mi familia, era italiana, pero nací en Puebla. Estudie desde la primaria hasta la preparatoria en Córdoba veracruz, sin embargo, mi familia y yo viajabamos durante las vacaciones de verano, y al siguiente visitabamos al resto de nuestros parientes en la ciudad de Puebla.

Es así que Puebla y Veracruz son mis raíces. Cuando se publica algun libro mío, ya sea en México o en el Extranjero, exijo que aparezca Puebla como mi lugar de nacimiento.

“Yo me aventuro a decir, los libros que he leido, la musica y la pintura, las calles recorridos, uno es su niñez, su familia, algunos triunfos. Bastante fastidio, uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformada por tiempo, adiciones, y credos diferentes. En el momento en que esto escribo esta página, puedo vivir en una fase larga, y gregaria. Y otra, la más reciente en que la soledad me parece un regalo de dioses.Ir a fiestas, tertulñias, casfés. Fue durante largos años, un goce cotidiano. Pero el paso a otro extremo se produjo de modo tan gradual que no logro aclarar los distintos movimientos del proceso. Mis últimos años en Europa, fueron como embajador de Praga y coincidieron en una intensidad en energía.

Escribir se volvió una sola obsesión. Nutrió de anécdotas, frases y gestos. La ciudad de Puebla ya en sí es un regalo a la vista y a la memoria de su historia. Muchas gracias.”

La presidenta, Blanca Alcalá, lee un discurso aéreo que algún asesor descuidado escribió sin ningún esmero pero que seguramente cobrará con creces en la nómina: “Es un honor recibirlo en este espacio. Recibirlo sin duda nos da cuenta de que hoy los poblanos debemos sentirnos muy orgullosos. Porque el documento más importante de la historia de la ciudad se engala en ponerlo en sus manos”.

Los lugares comunes abundan: “Reciba el cariño de muchos poblanos que no lo conocen pero lo sentimos nuestro a través de sus letras.”


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Alumnos de la Facultad de Letras de la UAP, -donde la obra del Premio Cervantes se ignora olímpicamente -, lectores groupies, escritores como Miguel Maldonado, Juan Carlos Canales, Gerardo Oviedo y Armando Pinto.

La ronda de presentaciones la inicia el escritor Rodolfo Mendoza y la satura con el llamado a la fiesta de la lectura de la obra de Pitol: “Bailemos, cantemos, brindemos por las llamas de la literatura, gracias Sergio, por tu obra”.

Javier Aranda Luna enfatiza los valores trangresores de la literatura de Pitol, el choteo, la burla, la farsa, el tono paródico, más preocupantes para los políticos que el análisis sesusdo de los intelectuales: “Que el espantajo pueden hacernos ver mejor la vida. La pasión de uno forma parte de la vida de todos.”

Eduardo Montagner relata cómo se hizo lector de Pitol. El autor de esa Gran Verdad se adjudica la herencia italiana del autor del Nocturno de Bujara y asegura que su ascendencia es muy parecida a la del escritor veracruzano - Huatusco para Pitol es el Chipilo de Montagner.

Las palabras de Montagner cierran el acto. Una novísima generación de lectores lleva con devoción algún libro del novelista: algún tomo de sus obras completas, el Arte de la Fuga o una edición viejísima -el Tañido de una Flauta- de la Segunda serie de lecturas mexicanas.

Pitol fuma su último cigarro a las afueras del Carolino. Sólo nos queda decir: Pitol vino a ser reconocido por elCabildo y los universitarios de la UAP pero más bien parece que vino a domar a esa divina garza que es la memoria, los lectores y una poblanidad accidental de nacimiento.

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