miércoles, 22 de diciembre de 2010

No debe desaparecer la Secretaría de Cultura

Aquí el texto de la carta abierta:
A la opinión pública
Durante los últimos ochenta o noventa años los mexicanos hemos visto
cómo el país ha sido reinventado cada sexenio. Una tradición
antidemocrática ha sido la herencia que nos volverá indignos si la
acogemos nuevamente como una más de nuestras prácticas.
Si no la podemos aceptar, mucho menos podemos permitir que se legisle
una y otra vez para satisfacer al gobierno en turno antes que para
ofrecer a los ciudadanos una vida menos insípida y más participativa.
Creemos que es una obligación del Estado procurar alternativas de
consumo frente a las industrias culturales. Anhelamos para la presente
y para las futuras generaciones un tiempo de ocio creativo y un
sentido solidario.
Cuando está por cumplirse el arribo de un nuevo gobierno, el rumor
desplaza probables argumentos y probables propuestas que debieran
estar a disposición de los ciudadanos para ser juzgados. Se dice,
entre otras cosas, que la Secretaría de Cultura habrá de fusionarse
con la de Educación. Aunque sin educación la cultura se torna un hecho
precario, no es menos cierto que una y otra son ámbitos que reclaman
saberes y estrategias muy distintos. Los problemas de la educación en
el estado son tan alarmantes que exigen una Secretaría ajena a
cualquier otra distracción de otra índole, por muy próximos que los
avatares de la cultura parezcan. Del mismo modo, las necesidades
culturales de la ciudadanía, fundamentales para el buen gobierno, el
desarrollo individual y la convivencia política, ameritan un espacio
de acción específico. Por eso nos parece un yerro mayúsculo de la
nueva administración que se pretenda incorporar la Secretaría de
Cultura a la de Educación. Sería absurdo que los yerros de quienes la
han dirigido en otros tiempos lleven a pensar en su desaparición. Un
razonamiento así llevaría a conjeturar otro de orden muy pedestre: que
los desatinos de nuestros gobernantes se cancelen de una vez por todas
al prescindir de todo gobierno. No cabe ni es deseable un propósito de
ese talante.
No debe desaparecer la Secretaría de Cultura porque ella misma, como
entidad, representa un bastión importante de nuestras aspiraciones
como seres cuyos nutrientes no sólo son materiales.
Sí deben desaparecer aquellos hábitos que en el pasado adulteraron los
fines para los que fue creada.
Sí deben los servidores públicos que allí arriben apegarse a la ley de
cultura que, en su momento, aprobó el Congreso del Estado: para que en
adelante no se pretexte ambigüedad, dicha ley deberá examinarse y
enmendarse en su faltas.
Sí debe hacer entrada en esa dependencia la racionalidad
administrativa y considerar que su desempeño atañe a un territorio de
217 municipios.
Sí debe desaparecer la burocracia omisa, lerda y enquistada para
satisfacer sus propios intereses.
No debe ser la Secretaría de Cultura en adelante un instrumento de
propaganda sino la instancia que otorgue satisfactores estéticos a una
población de uno u otro partido, de una u otra creencia. Si desde la
cultura se fomentan aspiraciones ciudadanas, tendremos más y mejores
votantes, mejores interlocutores y mejores gobernantes. En suma,
individuos conocedores del valor que hay en la tolerancia frente al
otro.
Los abajo firmantes:
Hasta el momento son casi cien los artistas, escritores, creadores,
académicos e intelectuales que han firmado una carta abierta dirigida
a las próximas autoridades estatales pronunciándose en contra de la
desaparición de la Secretaría de Cultura del estado.
Entre los firmantes de la misiva destacan:
Juan Carlos Canales Fernández, Julio Eutiquio Sarabia, Ricardo Moreno
Botello, Oscar López Hernández, Rosa Borrás, Federico Vite, Jaime
Wolfson, Gabriel Wolfson, Alejandro Badillo, Eduardo Montagner
Anguiano.

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